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(MUCHACHOS CON DON BOSCO)

La Pedagogía de la Ternura nace en los años 70, en un contexto de crisis, de conflicto político y social muy significativos.

Con esta pedagogía se pretende empujar, desde las clases populares, una nueva y renovada práctica de vida social y política que se alcance y consolide en una experiencia de liberación y de autodeterminación de todo pueblo y de toda persona, con la finalidad de poder crear una nueva ciudadanía social.

La experiencia de este cambio se debe ir haciendo realidad desde distintos grupos sociales que, a distintos niveles, se metan en estos procesos. Un testimonio de ello es la organización de niños, niñas y adolescentes trabajadores. Con ellos se ha iniciado la elaboración de un discurso y la puesta en práctica de una praxis sobre los derechos humanos que se ha ido institucionalizando en una forma progresiva para que sea incorporada como parte fundamental de la tarea educativa.

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La Teología de la Liberación y, también, la educación llamada popular, desempeñan un papel importante. De esta manera aparece una fuerte relación entre la justicia y la caridad.

En esta relación profunda se encuentran las raíces de los conceptos que forman parte de la pedagogía de la ternura.

Efectivamente, la pedagogía de la ternura se ha ido alimentando de los ideales reflejados en la educación popular, unidos a un fuerte sentido de vida comunitaria donde se dan fuertes vínculos de fraternidad y de solidaridad.

La pedagogía de la ternura es una vía para aprender la manera de que se haga realidad, es decir, que se alcance a vivir de acuerdo a lo que es la condición humana. La condición humana consiste en desarrollar un proceso de humanización.

Con esta pedagogía se pretende aprender a ser humanidad y, consecuentemente, a que seamos todos protagonistas de un pueblo de seres dignos.

El eje central de la pedagogía de la ternura se encuentra en alcanzar la dignidad, colocando de esta manera el hecho educativo en su verdadera razón de ser, pues para eso es la educación, para que vivamos con dignidad.

Con ello se pretende que el proceso de humanización no se detenga y por lo tanto que avance y madure para alcanzar de esta manera un verdadero desarrollo en todas las dimensiones del ser humano.

Para ello es preciso conmover las entrañas de todo ciudadano ante tantas situaciones de excluidos, explotados, empobrecidos, maltratados y desde esta actitud ser capaces de transformar la realidad.

La Pedagogía de la Ternura trata de crear un modelo de vida social, entrañablemente humana. Para ello asume una postura crítica y crea un sentido de la vida. Concibe una ética capaz de generar un nuevo sentido político. Esta pedagogía es portadora de esperanza que se manifiesta en su lenguaje y en la visión positiva y estimulante que tiene. Es la pedagogía que nos pone en el camino de aprender lo que somos: “entrañablemente humanos”.

Por: Juan Linares, Sdb/ jlinares@mdb.do