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Recientemente un niño de 10 años que fue traído a mi consulta se quejaba de que su madre no le ponía atención porque pasaba mucho tiempo “pegada” a su celular. Imagínense las consecuencias que tiene en un niño sentirse ignorado por su madre o por su padre.

Esta es sólo una variante de la “orfandad digital”, que recibe el nombre del “phubbing” (acción que realiza una persona al ignorar a otra cercana para prestarle atención a la tecnología móvil). Esta acción convierte a los padres en descuidados y alejados de sus hijos, aún estando cerca de ellos.

Los dispositivos digitales se convierten en los “acompañantes y educadores” por excelencia de los hijos, ignorando los padres que existen contenidos inapropiados, tanto por la carga de violencia que pueden generar o transmitir como por el uso prolongado, que también tienen otros efectos negativos en el niño tales como: problemas del sueño, de la alimentación y el aprendizaje.

La problemática también se manifiesta a la inversa. Es decir los padres entregan a sus hijos dispositivos digitales (tabletas, celulares, videojuegos).

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No se trata de “condenar” o “demonizar” el uso de los dispositivos digitales, ni de alejar a los niños y a los padres de los mismos. De lo que se trata es de tomar en serio su influencia en el comportamiento de los niños y de los adultos y de usarlos inteligentemente.

Por esta razón los padres deberán pasar por un proceso de “alfabetización digital”.

Padres y profesores deberán formar para evaluar la información, solucionar problemas, desarrollar la creatividad y tener una comunicación amplia con los que rodean a sus hijos y estudiantes.

Hay que ver las dos caras de los dispositivos digitales. Es imposible escapar de ellos. Estamos frente a herramientas positivas y poderosas, que son parte de la sociedad actual. Hay que aprender a utilizar su gran capacidad para la comunicación, la diversión y el aprendizaje.

Hoy día no se concibe el analfabetismo digital en los padres y en los profesores. Los niños y los jóvenes llevan la delantera, queramos o no, ellos viven en un mundo digital.

Hay buen uso de estas herramientas digitales por parte de los padres cuando no se dejan sustituir por los mismos.

Hay buen uso por parte de los niños y jóvenes cuando contribuyen a desarrollar capacidades para la vida y para la escuela y no entorpecen su desarrollo individual, social, familiar y escolar.

Y también deberán analizar con sus hijos los riesgos, tales como el cyberbullying, (acoso digital), el “grooming” (engatusamiento con fines sexuales por parte de adultos y el “sexting” (envío de contenidos sexuales mediante el móvil).

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No se trata de asustar, prohibir o fiscalizar; de lo que se trata es de “educar para proteger”, sin dejar a los hijos solos, estando cerca de ellos y sin dejarse sustituir por los dispositivos digitales convirtiéndolos en huérfanos digitales.

Escrito por: Hector Rodriguez Psicólogo familiar y de pareja

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