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La vida es como una carrera de relevos en la que vamos corriendo con una antorcha en la mano que en algún momento tocará traspasar a la siguiente generación.

A esa antorcha le podemos nombrar legado, refiriéndonos al conjunto de costumbres, creencias o ideologías familiares que los padres le transmiten a los hijos y que se va llevando de generación en generación.

De cualquier forma dejamos un legado en nuestros hijos, sea haciendo o no haciendo; siempre dejamos una huella en sus vidas que los marcará por el resto de su historia e impactará las siguientes generaciones.

Por ejemplo un padre que abandona a sus hijos, a través de su ausencia deja un legado de irresponsabilidad, de desconexión emocional y de dolor.

Nos hacemos entonces la gran pregunta: ¿Qué legado estoy dejando a mis hijos? ¿Qué llevará en su interior esa antorcha que me tocará entregarles en un momento de la vida?

Para poder responder a estas preguntas debes tener claridad acerca de los valores sobre los que gira tu familia, es decir, conocer las realidades que en tu familia se consideran valiosas; puede ser la integridad, la responsabilidad, la devoción a Dios, la solidaridad, entre otros.

Debemos entender que la huella que queremos dejar en nuestros hijos se comienza a construir de una forma silente, el primer recurso para construir un legado es entender que tenemos el reto de vivir cada día de forma coherente con el mismo, es decir, debemos modelarle a los hijos aquellas conductas que nos interesa que ellos repliquen, por ejemplo, si queremos que sigan una vida de piedad, entonces también como padres tenemos que vivir como tal.

Háblalos de forma expresa! Más allá del modelo también debe haber un espacio dedicado a la conversación de esos valores.

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De manera expresa e intencional los padres deben tener momentos para conversar sobre aquellos valores que identifican a la familia y poder proporcionar ejemplos personales que los motiven a vivirlos.

De esta manera, cuando en medio de la carrera sientas que tus fuerzas disminuyan, que no puedas continuar con la antorcha y consideres que ha llegado el momento de pasarla a la siguiente generación (suele suceder en la transición de la adolescencia a la adultez) sepas que tu siguiente corredor ya está listo para llevarla en alto, exhibiendo ante los demás lo valioso que es pertenecer a tu familia.

Escrito por: Erma Rudert, Terapeuta Familiar

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