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Actualmente se cree que amar a los hijos es darles todo lo que necesitan y quieren, sin límite alguno para que no vayan a sufrir alguna decepción o frustración. La verdad es que cuando no se les ponen límites a los hijos, lo que se crea son niños débiles de carácter y dependientes, o bien, pequeños tiranos.

La disciplina es una forma de amor y es necesaria en la vida para poder alcanzar metas. Los niños que son criados de esta forma aprenden a ser tolerantes a la frustración, desarrollan fortaleza de carácter y la capacidad de ser independientes y seguros de sí mismos.

Muchas veces se trata de proteger a los hijos no poniendo límites. Los niños deben aprender que cuando hacen algo incorrecto, habrá consecuencias negativas y de esta forma aprenden a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

Es importante estar consciente de que el disciplinar a un hijo no es gritarle o abusar de él físicamente. La disciplina va de la mano con el amor y el respeto. Dicho amor nunca debe ser condicionado por una conducta indeseada. Esto puede crear en el pequeño una profunda inseguridad y un fuerte sentimiento de inadecuación.

Cuando se disciplina a un hijo se le están brindando las herramientas para la vida; a través de la misma se enseñan la perseverancia, la constancia, la voluntad y el respeto. Un pequeño que es criado con amor y disciplina, aprende a alcanzar sus metas, es un niño respetuoso y luchador, con una autoestima saludable y seguro de sí mismo.

Las bases de una disciplina con amor

La clave es usar métodos no punitivos, es decir, sin castigos, para ayudar a transmitir un mensaje con respeto, amor, asertividad y firmeza. No es ser laxo, ni dejar pasar comportamientos intolerables por su agresividad o negatividad, sino usar otras formas de comunicación que no sean los juicios o la imposición.

Sobre todo sin prejuzgar ni etiquetarlos como malos, sino trabajando en la profundización de las causas reales de los comportamientos inadecuados.

La disciplina con amor los hará más conscientes de su valor

Los niños son miembros de la comunidad desde que nacen. Son personas. Deben aprender mediante el ensayo y error a colaborar con su familia y los grupos sociales en los que se integran, sabiendo que son valiosos desde la infancia, sintiéndose valorados y escuchados. Debemos acompañar su crecimiento con firme y amorosa presencia, pero no desde la imposición ni el castigo.

El niño que se valora a si mismo y confía en su capacidad puede verse como una persona capaz de mejorar y ofrecer lo mejor de si mismo a los demás.