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Yo soy la persona más importante de la familia

Muchos padres/madres creen que pagar las cuentas, tomar decisiones, tener más estatura y fuerza física que los niños y otros adultos de la familia los convierte en seres superiores, a quienes hay que idolatrar y servir.

Si bien es cierto que ser padre/madre demanda un mayor nivel de responsabilidad, dice la psicopedagoga Emma Carolina Fernández, cada miembro de la familia es igual de importante. Establecer jerarquías basándonos en la edad o los aportes económicos puede llevarnos a ser abusivos, distantes o poco afectivos con los más pequeños y los ancianos.  

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Criar a los hijos como seres iguales requiere que los padres/madres busquen alternativas menos cómoda para establecer su liderazgo y fijar las normas de comportamiento, pero le da al niño la maravillosa oportunidad de entender que un ser humano vale por lo que es. Así el día que papá y mamá pierdan la fuerza o no sean productivos económicamente ese hijo podrá mirarlos con el mismo respeto y agradecimiento. 

Los buenos padres/madres son como los amigos de sus hijos

Si crees que convertirte en el “pana” de tus hijos facilitará tu labor, estás equivocado.

La educadora Hilda Karina Abreu, directora del Colegio Escuela Nueva, explica como los padres que no quieren aceptar el paso del tiempo y las duras responsabilidades de la crianza, tales como establecer límites, lidiar con disciplina y decir no cuando es necesario, tratan de aminorar su carga pretendiendo ser amig@ de sus hij@s. 

Por más que te consideres como tal, explica la psicóloga Claudia Simó, jamás tendrás el grado de confianza que da la cercanía generacional. Muchos niños y adolescentes, sobre todo los adolescentes, toman a mal el intento de los padres por entrar a su mundo como un amigo más, por lo general se sienten invadidos, avergonzados y molestos.

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Debes tratar es de tener una relación rica en términos afectivos y divertida. Demuéstrale que te importa todo lo que ocurre en su vida, incluso las cosas que para los adultos pueden ser insignificantes. Respeta sus gustos e intereses, dale confianza a para que comparta su mundo interior, sin forzarlo.

Lo veo pocas horas al día no es justo que lo ponga de castigo o lo amoneste

Los padres que piensan de esta manera actúan movidos por la culpa. Cuando aplicas a tus hijos los correctivos de lugar le enseñas que toda mala acción tiene consecuencias, defines los límites y refuerzas tu autoridad. Aunque parezca lo contrario, los niños valoran que papá y mamá pongan el orden en la casa, los hace sentir seguros.  

Un niño educado con límites y normas claras es un niño feliz


Yo puedo romper las reglas

Las Normas son para todos. Si las aplicas antojadizamente, le enseñas a tu hijo a actuar por conveniencia y a manipular las situaciones utilizando su emociones, comportamiento, fuerza física y/o su capacidad de convencimiento para saltarse las reglas cuando así lo estime necesario. El autoritarismo termina afectando la credibilidad del padre/madre a quien el niñ@ verá como un mentiroso.

Una buena nalgada es el mejor psicólogo

Muchos dominicanos ponderan positivamente el uso del castigo corporal como método disciplinario, en la creencia de que la falta de firmeza es el mayor de los problemas en la crianza. Expresiones como «a mí me dieron muchas pelas y yo no me moría, me hice un hombre/mujer de bien» son comunes y se utilizan para aminorar la presión que recae sobre aquellos que afectan la integridad infantil con golpes. La firmeza no es violencia, es establecer normas, acuerdos y límites claros. Quien necesita de una correa o chancleta para lograr la atención y el respeto de sus hijos tendrá que ser cada vez más violento pues le está enseñando al niño a comportarse adecuadamente solo cuando se le amenaza con golpes. 

La pediatra Josefina Luna refuta a quienes creen que la violencia ejercida por los padres de otras generaciones no ha dejado efectos negativos en nuestra sociedad. La especialista pone como ejemplo la dificultad que tiene el dominicano promedio de exigir su derecho, lo que contrasta con la agresividad que se desata en los conductores por un pequeño choque de vehículos.

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