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¿Para quién? Bueno, “mí” pueden representar diversas personas. Yo me puedo decir eso, pero me lo puede exigir mi pareja, mis hijos, mis padres, mi abuela, mis colaboradores, etc. Todos queremos tiempo de mí.  ¿Qué puedo hacer? El truco es fácil, atendernos a todos.

Habrá personas más importantes que otras, definitivamente.  El mejor legado para mis hijos es el tiempo que les puedo otorgar ahora.  Hoy tienen quince y diecisiete años.  Luego serán adultos y no podré darles tanto tiempo porque ellos no lograrán recibirlo. Hace un tiempo decidí que son mi prioridad máxima en la repartición de tiempo.

Ya sé, no tenemos tanto tiempo, por eso muchos dicen que le otorgan tiempo de calidad.  Yo me he preguntado siempre ¿qué es tiempo de calidad?  Analizo a muchos que piensan así y veo que es: Pasar las vacaciones con ellos, darle viajes, regalos, llevarlos donde los padres piensan que es mejor para ellos… “luego comprenderán”.

¿Qué recordamos como buenos momentos con nuestros padres?  ¿Los grandes momentos?  Sí, seguro que le agradecemos todos esos grandes momentos.  Fueron fantásticos y quedaron en nuestra mente tallados.

Sin embargo, los pequeños momentos de cada día hacen algo diferente. Crear una relación intensa durante la juventud y la adolescencia sólo se logra con tiempo… en primer lugar.  Claro, el tiempo es el ingrediente básico, pero luego tenemos que condimentarlo con: Comunicación asertiva, paciencia, comprensión, recuerdos (sí, recordar cómo éramos y actuábamos cuando teníamos su edad), liderazgo, credibilidad, tolerancia, amor de actuación, reconocimiento, estar presentes… entre otras especias que le debemos poner a ese menjurje que estamos cocinando.  El plato más delicioso que podemos crear… la crianza de nuestros hijos.

¿Qué haremos un esfuerzo?  Entonces lo que tenemos que cambiar es la actitud mental.  Si creemos que ayudar o acompañar a nuestros hijos es un sacrificio, entonces debemos sumergirnos en nosotros y ver si realmente queremos lo mejor para nuestros hijos.  Querer lo mejor y considerarlo un sacrificio no es congruente.  Si pienso que podría estar haciendo alguna cosa mejor para mí, entonces no le he dado la prioridad 1 a mis hijos. 

Lo que hago es aprovechar cualquier oportunidad que mis hijos me dan para hacer algo con ellos o para ellos… insisto, llegará la época en sus vidas donde no tendré esos momentos.

Otra actitud mental que intento desarrollar es la de no esperar nada a cambio.  No sólo con mis hijos, sino con cualquiera.  Me ha resultado fácil, cuando hago algo por alguien o con alguien, porque disfruto haciéndolo y nunca pienso que es un sacrificio. Acompañar a una persona, dar un consejo, visitar a un ser querido, etc, me da una gran satisfacción a mí.  No pienso que me retornarán el favor o la visita, disfruto haciendo lo que hago y no espero ser desilusionado.  No “tengo que…” Mi mentalidad es “quiero…”

Como me satisface el tiempo que le dedico a mi prioridad uno, podría decir que yo también paso a ser prioridad uno.  Digamos que soy 1b.  Dedicándome tiempo a mí también le dedico a mis seres queridos.  Mi salud física y mental, mi desarrollo personal y profesional, mi falta de estrés o tiempo para “desconstruirlo”, etc.  Siendo mejor y estando mejor podré también colaborar mejor.  Esa razón me lleva a dedicar tiempo a mí con una gran prioridad.

El tiempo está ahí y debemos decidir a quién y a qué otorgarlo.  Lo importante es cómo tomamos mentalmente la actividad que ejecutamos.  Si creemos que trabajar es un sacrificio, entonces no estamos viendo los beneficios de trabajar, mucho menos estamos disfrutando cada minuto de nuestro tiempo.  Cada actividad puede ser tediosa o entretenida, dependerá sólo de la forma en que la veamos.

Por: Diego A. Sosa
Coach, Escritor, Conferencista y Consultor
www.diegososa.info