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Desde muy pequeños, los bebés son capaces de reconocer el olor de su madre. También es cierto que las madres pueden reconocer a sus hijos por el olor desde muy pronto. Algunas especies, como ciertos roedores, reconocen a sus crías exclusivamente por el olor. Los humanos, por nuestra parte, nos apoyamos además en la vista y el oído.

Los bebés son capaces de reconocer el olor de su madre. Si una mujer se lava un pecho y el otro no, su hijo en medio de ambos se dirigirá al que no ha sido lavado y conserva el olor de su madre.

Si se pone un empapador con leche de su madre a un lado de la cabeza y otro procedente de otra mujer en el otro lado, el bebé girará la cabeza al de su madre sin ninguna duda. Aunque al parecer no se giran al simple olor de la leche sobre un empapador que no ha sido usado. Es decir, reconocen el olor propio de la madre, no el de su leche.

También es cierto que las madres pueden reconocer a sus hijos por el olor desde muy pronto.

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Algunas especies animales reconocen a sus crías por la vista (como la cebra), otras por el oído (como los murciélagos, las focas, los pingüinos) y otras muchas, por el olfato, llegando a rechazar, abandonar e incluso devorar a los que ellos consideran «intrusos» (como ocurre con el hámster).

Las madres humanas utilizan los tres sentidos (vista, oído y olfato) para la identificación de sus bebés. Y también son capaces de atender de forma similar a otros bebés aunque no sean los suyos (como ocurre con las madres adoptivas o las nodrizas).