El recién nacido distingue perfectamente los sabores dulces de los amargos, ácidos y salados, y muestra una clara preferencia por los primeros. La leche materna es dulce, sobre todo al principio de la toma, por lo que el bebé se engancha con más facilidad. Al final de la toma, la leche es menos dulce pero rica en grasas.
Se ha podido comprobar que los bebés prefieren los sabores dulces ya desde el nacimiento. Los sabores ácido y amargo les resultan muy desagradables. El sabor salado también.
Mediante el gusto, el bebé puede condicionar el tipo de leche que toma. La leche materna cambia de composición y de sabor a lo largo de amantar. Al principio es más dulce, con lo que es más fácil que el bebé se «enganche».
Las salvas de chupetones rápidos hacen salir más leche dulce, «de inicio», mientras que las succiones más largas y profundas producen leche «de final», rica en grasas.