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Sí, es cierto, los niños pueden llegar a desesperar. Tan pronto nace el primer hijo los padres pierden mucho de ese espacio privado tan necesario para recuperar la calma cuando nos exaltamos. Sin embargo, nos asegura Jesús Peña, hay que establecer diferencia entre perder la paciencia y perder los estribos.

“Es comprensible que algunos padres sientan que ya no pueden más, que se desesperen cuando no logran que el niño se comporte adecuadamente, a todos, en mayor o menor medida, nos pasa. La anécdota del berrinche en el supermercado creo que se ha repetido en casi todos los hogares, pero hay que establecer un limite, que bajo ninguna circunstacia podemos pasar y disciplinar con coherencia” dice el autor del libro “Escuela para Padres, Reflexiones”.

Educación y Coherencia

Que significa para este psicólogo, maestro y director de la Escuela para Padres del Colegio San Judas Tadeo el término coherencia en el ámbito familiar y por qué lo relaciona con la disciplina. En primer lugar: a Jesús Peña nos explica que los niños aprenden con el ejemplo, si le decimos que hagan lo que nosotros no hacemos difícilmente logremos buenos resultados.

En segundo lugar: los castigos y premios que un padre otorga deben estar en consonancia con la acción del niño. “Los padres castigamos o premiamos de acuerdo a nuestro estado de animo, entonces los niños no ven el castigo como una consecuencia de su acción sino como una descarga de papá y le reclaman el por qué si, antes había actuado de la misma manera, no se lo castigo igual” asegura Jesús.

Los golpes, insultos y otro tipo de castigos que afecten la integridad del niño no corrigen los problemas de conducta. Aunque es un camino más largo, el dialogo, la confianza y el amor son las herramientas más eficaces para dar nuestros hijos una buena formación.

“Si perderemos los estribos, perdemos también la capacidad de darle a una enseñanza permanente al niño, un modelo positivo de conducta que le sirva para saber como actuar en el futuro, para saber que con violencia no se pueden resolver los problemas”, agrega Jesús, quien además de su experiencia profesional, es padre Sebastián, que, un precioso niño de dos años, que, según nos dice, lo pone a prueba constantemente.

Para Jesús la rebeldía e indisciplina puede ser un llamado de atención nuestro hijos, que los padres deben tratar de interpretar: “El niño que es agresivo, violento, rebelde o hiperactivo tal vez trata de decirnos otras cosas: me haces falta, me siento solo, quiero más tiempo, me siento mal”.