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Es bien sabido que los químicos en el humo del cigarrillo se “cuelan” por el cabello, la piel y la ropa (lo que hace que huelan tan mal), esto significa que un bebé está expuesto a inhalar esas toxinas, cuando, por ejemplo, lo carga y acaricia su papá fumador, o inclusive sólo estando en el espacio donde hubo humo de cigarrillo.

Si bien los científicos no están seguros de cuán dañinos pueden ser estos rastros de químicos tóxicos, estas mínimas cantidades parecen tener los mismos efectos que una baja dosis de humo de segunda mano.

Para minimizar los riesgos, pídele a tu esposo o cualquier persona cercana al bebé que se lave las manos desde que termine de fumar y desee estar con el niño. Lo ideal sería que se bañara y se cambiara la ropa.

En realidad, la única manera de que haya cero riesgos para tu bebé es que no haya fumadores de ningún tipo en su entorno. Aunque «del dicho al hecho hay mucho trecho», ¿Qué mejor incentivo que dejar de fumar para mantener la salud de tu hijo además de ser un mejor ejemplo para él?

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