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A los seis años, los niños han alcanzado un cierto grado de autonomía, empiezan a comprender como se organiza el mundo y están fascinados por todo lo que les rodea. La higiene personal queda absolutamente relegada a un segundo plano y esto no cambiará hasta que el sexo contrario no empiece a interesarles de veras.

No debemos dar la batalla por pérdida, hay algunos trucos que nos pueden ayudar a conseguir nuestro objetivo: que no anden por ahí hechos una catástrofe.

  1. Evitemos riñas y sermones que surtirán el efecto contrario al deseado e intentemos inculcarles la higiene como un hábito y una rutina: cada día a la misma hora y en el mismo orden repetiremos los actos básicos de limpieza.
  2. Demos por supuesto que van a lavarse por iniciativa propia, dejemos creerles que son ellos quienes deciden hacerlo y procuremos emplear frases positivas y no amenazadoras.
  3. Toda la familia puede contribuir en la adquisición de los hábitos de higiene. Los niños a menudo actúan por imitación. Será muy recomendable que nos vean realizar los actos de higiene y de vez en cuando, realizarlos conjuntamente.
  4. Dejemos que tengan su propio «kit» de aseo personal.
  5. También es muy aconsejable instruirles sobre las consecuencias que puede tener la falta de higiene personal.

En definitiva, armémonos de comprensión, bajemos el listón de exigencias y resignémonos a tener que estar pendientes de su higiene, sin que ellos sospechen que les estamos encima.