El cerebro humano procesa miles de millones de impulsos eléctricos que viajan a través de las neuronas a una velocidad que alcanza los 300 kilómetros por hora, y gracias a esto cumple con el objetivo de coordinar todas las funciones de nuestro organismo.
En este impresionante mecanismo, cuando ocurre una descarga anormal de ese impulso eléctrico, se produce una variación que daña su funcionamiento, conocida como convulsiones. Las cuales se reflejan en el cuerpo como sacudidas paroxísticas, es decir bruscas, violentas e involuntarias, que pueden inducir a la perdida de la conciencia.
Esta situación se vive con gran ansiedad por las personas que contemplan al pequeño, con pensamientos incluso de que el niño morirá inminente, sobre todo la primera vez que ocurre. La experiencia indica que, más bien, la convulsión cede en pocos minutos y en un plazo inferior a una hora se recupera la normalidad.
Cuando las convulsiones son múltiples y se repiten usualmente, se denomina epilepsia, que es un estado patológico crónico, inducido por una disfunción brusca de las neuronas cerebrales.
En general, la epilepsia es consecuencia de una alteración neuronal del sistema nervioso central, problemas hereditarios y causas no determinadas, pero no todas las convulsiones son epilepsia.
Las convulsiones en los niños típicamente se presentan por fiebre alta y epilepsia. Aunque hay otras causas: intoxicación por consumo de sustancias dañinas o sobredosis de medicamentos, ataques de histeria, golpes en la cabeza, tumores cerebrales y enfermedades que alteran el funcionamiento neuronal tales como meningitis, rabia, tétanos, cisticercosis, de aquí la importancia de vacunar a nuestros niños cuando le corresponde.
En ocasiones las convulsiones son acompañadas de vómitos o desborde de saliva y precedidas por sensaciones extrañas de visiones, olores y sabores, llamadas auras, las cuales son sumamente desagradables. Cuando concluye el episodio convulsivo suele presentarse dolor muscular y de cabeza, sensación de confusión y fatiga extrema.
Convulsión y fiebre alta
La fiebre es una respuesta del organismo a un embate de microorganismos invasores, cuando en los pequeños esta es mayor a 37.5º centígrados, que es la media en niños, puede ocasionar alteraciones en la actividad cerebral, sobre todo entre los infantes de 3 meses a 5 años de edad y generar convulsiones.
Este tipo de crisis convulsiva se distingue porque el infante padece una infección y su temperatura es elevada, pero también porque hay pérdida de conciencia brusca seguida por sacudidas en brazos y piernas o rigidez en todo el cuerpo.
Cuando se presenta el pequeño suele tener la mirada desviada, los labios pueden estar morados y llega a manifestarse espuma en la boca o puede orinar y defecar involuntariamente. Después permanece en sueño profundo durante varios minutos.
Se estima que las convulsiones febriles afectan por lo menos una vez en la vida a los menores de 12 años, por lo general, el episodio dura menos de 15 minutos y en la mayoría de los casos no se presenta una alteración neuronal grave que ocasione problemas en el futuro.
Si tu pequeño convulsiona:
Cuando se presente una convulsión, lo primero que debes hacer es tranquilizarte, suena descabellado, pero este es el primer paso para ayudar a tu hijo.
- Si la convulsión es por causa de fiebre, no lo abrigues.
- Para prevenir heridas durante la crisis, acuesta al niño en una superficie blanda y libre de objetos. Si no queda otro recurso que utilizar el piso, desplaza los objetos cercanos para evitar que se golpee.
- No intentes reanimarlo bruscamente con golpes o sacudidas, pues podrías ocasionar mas daño al cerebro. La mayoría de las crisis ceden después de 15 minutos, sacudirlo o estimularlo de cualquier otra forma no ayuda a interrumpir el episodio.
- No introduzcas nada dentro de la boca del niño. Los dedos o cualquier objeto pueden lesionar sus labios, lenguas y dientes.
- Coloca al niño de lado para que no se ahogue, ya sea con el vómito o la saliva.
- Una vez que cese la convulsión lleva al pequeño al pediatra o a la emergencia, para determinar la causa de la convulsión.
- Después de una crisis convulsiva el niño queda exhausto, no tiene sentido tratar de mantenerlo despierto a toda costa, debes dejarlo dormir y mantenerlo en vigilancia por si repite la crisis.