El consumo de sustancias psicoactivas, moléculas situadas en fronteras difusas entre las drogas de abuso y los neurofármacos, es inherente a la Historia de la Humanidad. Estas sustancias, que se han ido encontrando sucesivamente en las plantas, los hongos y en la química de síntesis, son capaces de alterar nuestra percepción, nuestro estado de ánimo, así como nuestra conciencia y nuestro comportamiento. Han permitido al ser humano procurar la evasión, la exploración, el placer, la paliación, la comunicación con el entorno e, incluso, con lo místico. Sin embargo, algunas de estas sustancias pueden causar efectos dañinos (intoxicación, dependencia) sobre el organismo.
Todo depende esencialmente, de la vulnerabilidad del consumidor, de la naturaleza química de la sustancia, y del contexto de utilización (dosis, frecuencia, combinación con otras sustancias, entorno y pautas culturales, entre otros aspectos). El consumo de drogas, por su incidencia y las graves consecuencias que estas sustancias acarrean para la salud, está considerado como un problema social.
De los grupos etarios, los adolescentes son los más vulnerables a la hora de consumirlas porque su sistema nervioso está en formación y, aunque su mayor parte está constituido, la ramificación de las neuronas todavía se encuentra en proceso de formación.
Según el estudio Abuso de drogas en adolescentes y jóvenes y vulnerabilidad familiar, elaborado por la Unodc( Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga ), “existe suficiente información epidemiológica para sostener que los púberes y adolescentes son los más vulnerables al consumo de sustancias legales, ilegales y drogas médicas, dado que su neuro-desarrollo se encuentra en un estado de formación”.
Entre los factores que elevan el riesgo de consumo de drogas en este grupo etario se encuentran la fácil accesibilidad a muchas sustancias como alcohol y tabaco (según el informe de la Unodc, el 40,5 por ciento de los adolescentes consume o ha consumido alguna droga legal), también se encuentran factores de predisposición genética, problemas familiares y trastornos psicológicos-psiquiátricos.
Además de las causas generales, el informe de la Unodc pone de manifiesto una serie de factores específicos de la adolescencia que aumenta la probabilidad de que los jóvenes consuman drogas y que tienen que ver con el hecho de que se encuentran en una etapa de desarrollo físico(pubertad), emocional, psicológico y sociológico:
- Sentimiento de invulnerabilidad: Los cambios físicos y hormonales experimentados por los adolescentes (crecimiento, desarrollo de la masa muscular, etcétera) crean en ellos una cierta sensación invulnerabilidad y fortaleza, lo que los lleva a desarrollar conductas y hábitos como el consumo de drogas y otros comportamientos de riesgo.
- Curiosidad: La adolescencia representa una etapa de cambios y aprendizaje que puede despertar la curiosidad de los jóvenes y el deseo de experimentar qué se siente estando bajo los efectos de las drogas.
- Imitación: Según el Instituto de la Juventud, “hay estudios que confirman que muchos adolescentes y jóvenes tienen el ejemplo en casa, en sus padres, cuando beben alcohol o fuman tabaco o marihuana en su presencia.
- Afán de independencia: Esto está provocado por la necesidad que pueden tener algunos adolescentes de alejarse del entorno familiar para fortalecer las relaciones con otros entornos donde haya más presencia de gente que tenga su edad y con la que poder identificarse.
Consecuencias para la salud
Las drogas acarrean una serie de consecuencias perjudiciales para la salud física y psíquica de los consumidores; sin embargo, al encontrarse en una etapa de desarrollo y de formación del hombre adulto, estas consecuencias son más graves en los adolescentes:
- Daños en el aparato respiratorio: Sobre todo asociados al consumo de cannabis (bronquitis, enfisemas pulmonares, etcétera).
- Daños cardiovasculares: Como hipotensión y alteración de la frecuencia cardiaca (cannabis), taquicardia e hipertensión, riesgo de angina de pecho e infarto de miocardio, hemorragias cerebrales (cocaína), arritmia, cardiopatía isquémica (drogas sintéticas).
- Daños cerebrales: Alteraciones neuropsiquiátricas, neurotoxicidad (muerte de neuronas), riesgo de infarto cerebral, etcétera.
- Otros daños en el organismo: problemas dentales, pérdida de olfato, sinusitis, perforación del tabique nasal, insomnio, convulsiones, insuficiencia renal, rabdomiólisis (necrosis del tejido muscular que provoca la liberación de contenidos de las fibras musculares y que provoca fuertes mialgias), coagulopatía, insuficiencia hepática, etcétera.
Señales de alerta
Los jóvenes que consumen este tipo de sustancias pueden presentar una serie de cambios en su conducta y hábitos que podrían dar ciertas pistas a su entorno para detectar este fenómeno, aunque es conveniente tener en cuenta que se debe tener precaución con esto, ya que la adolescencia es un periodo donde los jóvenes pueden experimentar muchos de estos cambios de conducta:
- Irritabilidad y desarrollo de una conducta agresiva.
- Pereza, apatía o somnolencia constante.
- Hiperactividad.
- Pronunciación lenta o mala.
- Ojos inyectados en sangre, pupilas dilatadas (grandes) o puntiformes (muy pequeñas).
- Desarrollo de malas prácticas, como mentir o robar, etcétera.
Una colaboración de Fundación Fenix www.fenix.org.do