A los seis años, los niños han alcanzado un cierto grado de autonomía, empiezan a comprender como se organiza el mundo y están fascinados por todo lo que les rodea. La higiene personal queda absolutamente relegada a un segundo plano y esto no cambiará hasta que el sexo contrario no empiece a interesarles de veras.
No debemos dar la batalla por pérdida, hay algunos trucos que nos pueden ayudar a conseguir nuestro objetivo: que no anden por ahí hechos una catástrofe.
- Evitemos riñas y sermones que surtirán el efecto contrario al deseado e intentemos inculcarles la higiene como un hábito y una rutina: cada día a la misma hora y en el mismo orden repetiremos los actos básicos de limpieza.
- Demos por supuesto que van a lavarse por iniciativa propia, dejemos creerles que son ellos quienes deciden hacerlo y procuremos emplear frases positivas y no amenazadoras.
- Toda la familia puede contribuir en la adquisición de los hábitos de higiene. Los niños a menudo actúan por imitación. Será muy recomendable que nos vean realizar los actos de higiene y de vez en cuando, realizarlos conjuntamente.
- Dejemos que tengan su propio «kit» de aseo personal.
- También es muy aconsejable instruirles sobre las consecuencias que puede tener la falta de higiene personal.
En definitiva, armémonos de comprensión, bajemos el listón de exigencias y resignémonos a tener que estar pendientes de su higiene, sin que ellos sospechen que les estamos encima.