Para lograr cambios en mi vida me tocó concentrarme, enfocarme. La verdad que algunos de los cambios que “quería” lograr no eran del todo sinceros. Sabía con mi parte consciente que eran cambios necesarios, que eran cambios prudentes y convenientes, pero no estaba lista para llevarlos a cabo.
Había cierta resistencia “invisible”:
- No estaba segura de que lo podía conseguir.
- No sabía realmente para qué, cuál era la ventaja o el beneficio de “fajarme” para lograr “eso”.
- No estaba dispuesta, inconscientemente, a hacer lo que había que hacer.
- No me visualizaba lográndolo.
- En el fondo no quería. No me gustaban las consecuencias (buenas o no) de lograr eso.
Puedo poner un ejemplo un poco raro de un hábito dañino: la ira. Yo sabía que los arranques de ira no me convenían, éstos comenzaban con un simple “no me hables así” y terminaban en dolorosas y costosas consecuencias. No me convenían pero pero pero, en el fondo me gustaba que me tuvieran miedo, en el fondo me gustaba que me dejaran tranquila, en el fondo me gustaba que no invadieran y que me dejaran hacer lo que yo quisiera. Abandonar este hábito, me traería como consecuencia: estar más disponible para los demás, participar algunas decisiones en las que antes no participa, (es decir, asumir responsabilidad en la toma de decisión), reportarme, en fín…
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Finalmente cuando las molestias de continuar con la conducta o hábito eran tan terribles que me tocó definitivamente trabajar este aspecto, tomé los siguientes pasos:
- Visualicé, usando mi imaginación, momentos felices sin ira. Disfrutando los beneficios de vivir sin ira. Creé escenarios verdaderamente atractivos para mí. Los creé con mi imaginación y con la de mi familia.
- Acepté que ese aspecto (la ira) tendría que desaparecer para poder disfrutar de esos escenarios.
- Comencé a detectar los disparadores y disolverlos antes de que se “apropiaran” de mí.
En resumen:
Visualízate con la conducta que sí quieres. No te enfoques en lo que quieres abandonar, sino en lo que sí quieres construir.
Acéptate cómo eres ahora. Y prepárate a cambiar. Pues vas a cambiar. Haz una lista de las cosas que hay que hacer para convertirte en esa persona feliz y sin ese hábito dañino.
Obsérvate. Observa tu conducta alrededor de lo que quieres cambiar. ¿Qué pasa cuando recaes? ¿Cuál es el estímulo que detona que vuelvas a la conducta que quieres dejar atrás?
Cuando recaigas, retoma. No importa. Retoma lo que comenzaste. No te rindas. No te desesperes contigo.
Determina los KPI, es decir los indicadores de éxito. ¿Cómo sabrás que lo lograste? Esto es para que puedas premiarte y reconocerte.
Identifica quienes participan en esta meta, quienes pueden apoyarte y quienes definitivamente se ven “afectados”.
Toma las riendas de lo que sí quieres. Y trabájalo. Busca ayuda si la necesitas. No tienes porque ser un súper héroe.
Escrito por: Fénix Pérez, Life & Business Coach
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