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Cada vez que inicia un año me parece escuchar las mismas palabras: voy a hacer, voy a cambiar, voy a dejar, etc. Es como si esperáramos una fecha o momento determinante para realizar las cosas que nos conducirían a una vida más plena y llenando las expectativas de todo aquel que con sentido común escogería para disfrutar.
El matrimonio no escapa de esta realidad; y después de una caída, un fracaso, crisis o comienzo de un año nuevo, decimos las mismas expresiones. Pero más allá de las promesas, quiero invitarles a que establezcamos un plan de acción el cual, además de alcanzable, sea sostenible en el transcurso del tiempo (“En tus manos están mis tiempos…” Salmos 31:15).

Siempre he creído que el funcionamiento no correcto de una relación no es sinónimo de falta de amor o una intención real de que las cosas marchen bien. Sin embargo, así como en el ámbito espiritual vemos que aunque el espíritu quiere, la carne es débil (Marcos 14:38), por igual nuestras intenciones o deseos por buenos o correctos que sean no serán cumplidos si los mismos no vienen acompañados de una planificación efectiva, mediante la cual, como he compartido antes, la persona de Dios juegue un papel determinante, debido a que habrá momentos donde entraremos al campo de la imposibilidad y sólo su intervención hará de lo imposible, posible. (“Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.” Lucas 18:27).

Les invito a soñar y tener nuevas esperanzas, sin permitir que las experiencias pasadas determinen vuestro accionar presente, llevándoles a un destino futuro alejado del plan de bendición diseñado para su relación de pareja. Nunca es tarde para hacer lo correcto, nunca es tarde para vivir la vida que merecemos según el propósito de Dios, y tampoco es tarde para que te des la oportunidad de un nuevo comienzo.

Javier Valdez
Pastor y Consejero Familiar
fjvaldez@hotmail.com