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¿Cómo reaccionar a una rabieta infantil en público sin dejarse manipular ni morir de vergüenza?

Las pataletas o berrinches es una forma de protesta infantil que «aparece ante cualquier frustración que el niño sufra». El niño suele dar este tipo de respuesta cuando «se le diga que NO, se le retire algo que quiere o tenga que hacer algo que no quiera como bañarse o ir al colegio».

Esta situación es más común percibirla en niños menores de dos años, puesto que es alrededor de esta edad, cuando el niño adquiere la capacidad de representar en su mente el objeto o el fin deseado, y con ello una mayor conciencia de sí mismo ya como un individuo separado de la madre.

Lo importante es distinguir a tiempo los berrinches ‘normales’, de las reacciones extremas, que se salen de los parámetros esperables para un niño de esta edad.

Como las pataletas están estrechamente relacionadas con el vínculo del hijo con sus padres, cuando éstas se tornan muy frecuentes o son muy exageradas podría haber un problema en la relación. Esto no quiere decir que todo niño que hace pataletas tiene un vínculo deficiente con sus padres, pero sí que es menos probable.

Se debe entender que las pataletas son, simple y sencillamente, un recurso que emplean los niños/as para llamar la atención y al que recurren cuando no ven otra forma de que el adulto atienda o entienda, lo que los niños reclaman como necesidades emocionales o físicas en un momento determinado.

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Da lo mismo que la atención sea positiva o negativa, lo que desean es una atención en un 100%. Si pierde la calma y grita, le está dando lo que quiere. Lo mejor, aunque a veces es difícil conseguirlo,  es ignorar la pataleta, hacer como que no se entera. En casa, el niño debe sentir que ese episodio no interrumpe la marcha de las cosas. Una vez que el niño se ha calmado, puede negociar con él/ella, provocándole la conciencia de entender que su mejor solución sería decir lo que necesita, puesto que con las pataletas no conseguiría nada.

La actitud más recomendable de los padres frente a una pataleta sería:

* No hacer caso

* Si el niño está en la casa se le puede dejar llorar hasta que se le pase solo, para luego hacerle entender que no hay razón ninguna para esa actitud.

* Gritarle, reprenderlo o incluso pegarle no sirve.

* Si la pataleta es en público, tomarlo de la mano o del brazo (sin retarlo) y llevárselo o seguir caminando. 

* Si durante la pataleta, el pequeño rompió algo o desordenó, pedirle que lo arregle u ordene. 

* Cuando el niño se calme y se haya negociado con él, se le debe recibir cariñosamente y no se debe seguir mencionando lo ocurrido. 

* No intente razonar o hablar con el infante, durante el episodio.

* Y por supuesto, muy importante, nunca darle lo que pide para que deje de llorar. 

No se debe reprender o castigar al niño después de una pataleta. Un recurso útil es hacer que se siente en un lugar solo y aislado durante un rato. Ese «apartamiento» debe durar un minuto por año de vida del niño. Con el tiempo, muchos niños buscan voluntariamente ese momento de silencio y se sientan ellos en ese lugar. 

Si el niño se resiste a permanecer quieto, lo más indicado sería hacerle sentir al niño que cuando está apartado, es como si fuera invisible. Por supuesto, debe hacer como si no le viera, aunque esté pendiente de su seguridad. Hasta los cinco años, la magia es real para los niños. Si le dice que no lo ve, se lo creerán.

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Si existe un adecuado manejo de las pataletas, éstas van descendiendo en intensidad y frecuencia hasta concebirse anómalas a los cinco o seis años de vida, ya que entran en la etapa de la socialización, que es una de las cosas más importantes que aprenden los niños en pre-escolar.

Pero si no se manejan adecuadamente, pueden mantenerse en el comportamiento del niño hasta los seis o siete años, y de ser así lo más recomendable sería buscar ayuda de un profesional a ver que pudiera estar pasando.

La autora de este artículo es la psicóloga clínica Kedmay Klinger

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