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Un día, cambiándome en el gimnasio, perdí la parte de atrás de mi arete. Cuidadosamente me puse a mirar el piso, con el fin de encontrar esa parte importante del arete.


No fue hasta el momento donde visualicé como era la parte de atrás, color metal, y no transparente, que di justamente con ella.

¿Por qué compartirles esta anécdota? Es que en ese instante pude verificar, una vez más, de que solo visualizando exactamente lo que quiero, tendré la posibilidad de atraerlo y convertirlo en una realidad.

Si cada uno de nosotros es el arquitecto de su vida, ¿qué tanto nos gustan nuestros planos?

Shirley Pérez