Las matemáticas pueden ser prácticas y divertidas si no las limitamos al cálculo escolar o a los problemas escritos de cuántos caramelos tiene tal o cual.
El cálculo, la geometría, las medidas, las proporciones están constantemente presentes en el hogar, el parque, la calle o los paseos. Si como adultos aprendemos a mirar y a descubrir las relaciones entre los objetos, las características y cualidades que encierran o la forma en que los utilizamos, podremos poner al alcance de nuestros hijos la magia de las matemáticas demostrándole cómo su uso ordena y organiza nuestro mundo.
Las matemáticas organizan el mundo que nos rodea y están presentes en la mayoría de actividades cotidianas. El niño es un curioso matemático desde que empieza a explorar el mundo que le rodea. Su necesidad de conocer, de descubrir, de interpretar el mágico y fascinante mundo en el que vive, le lleva a probar, errar y repetir, de forma incansable. Y esos son los requisitos previos de todo científico en ciernes.
Los problemas empiezan cuando se le enfrenta con el aprendizaje abstracto de las matemáticas: los números separados de las cantidades, las medidas codificadas en un lenguaje extraño de metros y decímetros y decámetros, las formas reducidas al triángulo, cuadrado y círculo…
Nuestra vida diaria nos ofrece innumerables oportunidades para investigar, analizar, describir y observar desde una óptica matemática. Las actividades que se proponen en este artículo tienen como objetivo descubrir con nuestros hijos la finalidad de las matemáticas.
Si aprendemos a aprovechar estas oportunidades de aprendizaje e investigación, crearemos en nuestro hogar y nuestra familia un ambiente de descubrimiento que favorecerá de manera directa e indirecta la escolarización de nuestros hijos.
Escrito por: Nancys Liriano