Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Cantares 8:7
Cuando escuchamos en una ceremonia decir: «hasta que la muerte los separe»; esto, incluyendo la parte de la salud o enfermedad, riqueza o pobreza, etc., nos parece muy romántico, y el Sí, no se hace esperar. Pero en este momento quisiera que reflexionemos en lo importante y maravilloso que podemos vivir junto a nuestra pareja más allá del Sí.
Acompañar a alguien a quien amamos por un proceso de enfermedad implica más que un compromiso, tiene que ver con amor incondicional donde nuestra pareja debe percibir que nosotros entendemos que no existe otro lugar donde quisiéramos estar que no sea a su lado. Estoy hablando de conjugar nuestras palabras con nuestras acciones; lograr que esa nueva etapa por la cual atravesamos sea de fortalecimiento, aprendizaje y crecimiento de la relación. El invierno llega solo, por tanto en las otras estaciones de nuestra relación debemos hacer provisión, para cuando llegue el tiempo de dificultad podamos atravesarlo y salir victoriosos. (“Ve a la hormiga, oh perezoso. Mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. Prov.6:6-8)
El nombre de “enfermedad”, solo es aquello con lo cual se ha calificado la crisis manifiesta en el cuerpo de nuestra pareja, pero nos corresponde a nosotros determinar cómo hemos de reaccionar ante la misma: si ésta nos destruye o por el contrario hace relucir lo mejor de nosotros. El amor que permanece es aquella sensación en la que transmitimos que va más lejos de aquello que es físico o económico, y donde nuestra lealtad y fidelidad trasciende las expectativas o promesas juradas en el momento de mayor ilusión y pasión (cuando unimos nuestras vidas).
Es bueno señalar que a causa de mi fe, creo en la intervención divina para brindar sanidad, su forma extraordinaria de usar la ciencia para traerla, pero si aún no experimentemos dicha sanidad, no perdamos la oportunidad del proceso de manifestarle a nuestra pareja de que somos el regalo de Dios para su vida.
Javier Valdez
Pastor y Consejero familiar
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