En el remo, la armonía y precisión son claves para realizar movimientos en la dirección correcta, para avanzar y llegar a la meta, y esto requiere entrenamiento. Así también en el hogar: padres e hijos debemos compartir tanto las cosas que hacemos como las cosas que sentimos, creando la armonía y comprensión necesaria para apoyarnos mutuamente en cualquier circunstancia.
No hay razón para que Papá o Mamá lleven toda la carga de preocupaciones ellos solos, y caer en un acto heroico que al final es una trampa emocional que nos llevará a desgastarnos de tal forma que no podremos dar lo mejor de nosotros a la familia.
Nuestros hijos, en cualquier edad que tengan, tienen la capacidad de entender, en su lenguaje y forma, las diversas situaciones en que necesitamos un abrazo, un beso, un “te quiero”, un consejo, una frase, una oración, un chiste, o simplemente que nos escuchen. Pero para llegar allí, debemos “entrenarnos” como familia, conversar en la mesa, en el carro, poner atención a nuestras palabras, gestos, tonos de voz, y preguntar sin temor y con amor qué nos pasa; Y tener la valentía de no responder “nada, estoy bien”, cuando no es así, sino compartir lo que hay en nuestro corazón.
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En abril de este año mi padre de 85 años partió con El Señor. Mis hijas no tuvieron oportunidad de conocer a su abuelo Gustavo, más que por fotos o videos. Para mí aún es difícil de superar, sin embargo el haberlas involucrado en el proceso de su enfermedad, orando juntos por él, y luego reunido a mis hijas para comunicarles que su abuelo partió, llorar juntos, compartir todo lo que él nos dejó en recuerdos, ha sido una gran bendición; Fue una pequeña lección más de cómo remar juntos para avanzar como familia.
Por: Ricardo Cañas
Especialista en motivación
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