Existen muy variadas maneras y teorías de cómo disciplinar, enseñar o corregir a los hijos pero no necesariamente todas son sanas. Tenemos desde quienes corrigen conversando y explicando lo que estuvo mal, los que utilizan reacciones y/o consecuencias acordes a la situación, hasta aquellos quienes utilizan la agresión verbal o física.
En el caso de utilizar el amor como elemento clave al momento de disciplinar vamos a tener en cuenta varios factores: a quién tenemos de frente, tomar en cuenta su edad, su individualidad y sus características. Sin faltar, el respeto a ese individuo y sin olvidar que la finalidad fundamental de nuestra intervención es enseñar algo a esa persona.
Claves para una crianza positiva afectiva y efectiva, estableciendo límites
Alrededor del tema Disciplina es frecuente vincular el término castigo, que puede referirse a eliminar algo agradable para una persona o presentar algo desagradable como “un regaño” con la intención de reducir o modificar una conducta inadecuada. El peligro de esta técnica conductual es la facilidad con la que se puede caer en su mal uso, llegando al uso indiscriminado de la agresión física y verbal que en vez de educar, genera secuelas emocionales a largo plazo. Cuando por el contrario corrijo con Amor, voy a enseñar el error, voy a marcar límites y el niño deberá lidiar con las consecuencias de sus actos.
Un niño educado con límites y normas claras es un niño feliz
Se debe tener mucho cuidado al momento de disciplinar, debemos mantener la objetividad, la coherencia y la finalidad que persigue esa corrección. Un niño que es educado bajo el principio de asumir sus consecuencias motiva una mayor responsabilidad de sus actos para un futuro. Un ejemplo clásico: “Para poder salir al patio a jugar, debes hacer primero las tareas”. Esto claramente transmite que si no hace las tareas no podrá bajar al patio. Ya habiendo establecido los límites y lo que se espera de su comportamiento, es decisión del niño hacerlo o no hacerlo. Si finalmente decide no hacerlo, la consecuencia no fue directamente impuesta por los padres, él tenía dos opciones, por lo tanto es su responsabilidad no poder bajar al patio. De esta manera preparamos a los niños para la vida adulta, incentivando la toma de decisiones, asumiendo sus responsabilidades y aprendiendo las consecuencias de sus actos.
Lic. Patricia Esteva Guillén
Psicóloga Clínica y de la salud (Especialista en Terapia Cognitivo Conductual)
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