Compartimos esta dura e interesante reflexión del reconocido psiquiatra dominicano César Mella. Puedes estar de acuerdo o no con su opinión, pero lo cierto es que debemos repensar la manera en que los padres/madres responsables educamos a nuestros hijos. Mientras les damos lo que necesitan debemos incentivarlos a trabajar por lo que quieren, una vida esfuerzo es un vida sin valores… ¿tu qué opinas?
Estamos criando vagos
- Hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela.
- Se levantan irritados pues se acuestan muy tarde hablando por teléfono o conectados a la Internet.
- No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos ponen un dedo en nada que tenga que ver con ‘arreglar algo en el hogar’.
- Idolatran a sus amigos y viven poniéndoles ‘defectos’ a sus padres a los cuales acusan a diario de que ‘están pasaos’.
- No hay quien les hable de ideologías, de moral y de buenas costumbres, pues consideran que ya lo saben todo.
- Hay que darles su ‘semanal’ o mesada de la que se quejan a diario porque ‘eso no me alcanza’.
- Si son universitarios siempre inventan unos paseos de fin de semana que lo menos que uno sospecha es que regresarán con un embarazo o habiendo fumado un pito de marihuana.
Definitivamente estamos rendidos y la tasa de retorno se aleja cada vez más, pues aún el día en que consiguen un trabajo hay que seguir manteniéndoles.
Me refiero a un segmento cada vez mayor de los chicos de capas medias urbanas que bien pudieran estar entre los 14 y los 24 años y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿En que estamos fallando?
Para los nacidos en los cuarenta y cincuenta el orgullo reiterado es que se levantaban de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que limpiar la casa; que lustraban sus zapatos; algunos fueron limpiabotas y repartidores de diarios; otros llevábamos al taller de costura la ropa que elaboraba nuestra madre o teníamos un pequeño salario en la Iglesia en donde ayudábamos a oficiar la Misa cada madrugada.
Lo que le pasó a nuestra generación es que elaboramos un discurso que no dio resultado: ‘¡Yo no quiero que mi hijo pase los trabajos que yo pasé!’.
Nunca conocieron la escasez, se criaron desperdiciando, a los 10 años ya habían ido a Disney World dos veces cuando nosotros a los 20 no sabíamos lo que era tener un pasaporte. El ‘dame’ y el ‘cómprame’ siempre fue generosamente complacido y ellos se convirtieron en habitantes de una pensión con todo incluido que luego queríamos que fuera un hogar.
Al final se marchan al exterior a la conquista de una pareja y vuelven al hogar divorciados o porque la cosa ‘se les aprieta’ en su nueva vida.
Los que tienen hijos pequeños pónganlos los domingos a lavar los carros y a limpiar sus zapatos. Un pago simbólico por eso puede generar una relación en sus mentes entre trabajo y bienestar.
Las hembritas deben desde temprano aprender a lavar, planchar, cocinar para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.
La música metálica, los conciertos, la tele, la moda y toda la electrónica de la comunicación han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó.
Estamos compelidos (Compelir = Compeler: tr. Obligar a alguien, con fuerza o por autoridad, a que haga lo que no quiere) a revisar por los resultados si fuimos muy permisivos o si sencillamente hemos trabajado tanto que el cuido de nuestros hijos queda en manos de las domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante.
Ojala que este mensaje llegue a los que tienen ‘muchachos chiquitos’ pues ya los abuelos pagaron la transición…
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Un comentario
ESTE ARTICULO ME PARECE EXELENTE!!! YA QUE NOS MUESTRA LA REALIDAD DE LAS COSAS QUE ESTAN PASANDO HOY EN DIA, LOS FELICITO ME GUSTO MUCHO LO PONDRE EN PRACTICA CON MIS HIJOS……