A lo largo de la vida los seres humanos atravesamos por situaciones que pueden poner en riesgo nuestra estabilidad física y emocional.
¿Cuál es la respuesta que se espera ante un momento de crisis? ¿Cómo se puede recuperar la esperanza?
Estamos expuestos constantemente a eventos estresantes que en muchas ocasiones entendemos no contamos con los recursos suficientes para afrontarlos.
La resiliencia modifica la visión patologista y angustiante frente los eventos a una concepción de enriquecimiento, adaptación y crecimiento. Es un conjunto de habilidades personales que al desarrollarse permiten la integración de la situación traumática permitiendo la sanación y la capacidad de levantarse, sirve para proteger la vida de las personas bajo situaciones de presión.
Para ser resilientes tenemos que desarrollar y trabajar:
-La autoestima
-Empatía
-Autonomía
-Creatividad
-Sentido del humor
-Proyección hacia el futuro
-Reinventarse
-Reconocer el alcance personal y solicitar ayuda en caso de necesitarla
Para su desarrollo se necesita una conducta vital positiva ante situaciones difíciles que pueda representar un riesgo; entre las que se destacan:
-Muerte familiar o allegado
-Pérdidas y duelos
-Divorcio de los padres
-Desastres naturales
-Maltrato y Violencia Intrafamiliar
-Delincuencia o psicopatologías de los padres
Todo va a depender de la percepción que se tenga de lo acontecido y la manera en la que se integre a la vida personal; lo que puede representar una crisis en una persona no necesariamente la desata en la vida de otra.
Las personas resilientes se pueden comparar a una gota de agua en un río caudaloso y las rocas serían las situaciones difíciles que ponen en riesgo su éxito.
Las imponentes rocas intentan detener el paso del agua, por lo que esta gota tendrá que hacer un gran esfuerzo para encontrar su camino. Deberá rodear cada una de las piedras, en ocasiones desviarse hacia los lados, saltar por encima o por debajo y aprovechar cualquier empuje u oportunidad para continuar con trayecto. Paso a paso irá avanzando entre las grietas que se van formando entre las rocas, y por su paso va dejando rastros de vida. Al unirse a otras gotas se hará más fuerte y más determinada a descubrir su camino.
Los tutores de resiliencia son las cascadas, estas personas son las que impulsan a las pequeñas gotas a seguir, les dan la confianza, la contención, el apoyo y el impulso que necesitan las gotas para seguir adelante. Sin embargo, no es recomendable permanecer mucho tiempo junto a los tutores de resiliencia, ya que esto puede provocar una idealización del mismo, produciendo un estancamiento que imposibilita el flujo normal de la gota en la corriente; la cual debe seguir desarrollándose al compás de su propio ritmo de vida.
Por medio de la resiliencia el sujeto se aleja de su propio pasado, realiza una metamorfosis de su dolor y lo utiliza a su favor para desarrollarse como un ente social aceptable. Se hacen hincapié en las cosas buenas y positivas por pocas que sean. No es posible eliminar todos los problemas, siempre quedará una herida. La resiliencia ofrece mejor calidad de vida, más hermosa y con más sentido.
Algunas gotas no siguen llegar a un lugar seguro a través de la corriente. Son personas que se quedan estancadas en la superficie, dando pequeños y vagos pasos, corriendo en círculos. No se animan a salir adelante o no se sienten en la capacidad de hacerlo; algunas se pierden en el camino, quedan atrapadas entre las grandes rocas, se contaminan con la basura acumulada y permanecen ahí. Esto sucede cuando no se tejen en estas circunstancias algún hilo de resiliencia, produciéndoles un deterioro físico y emocional.
Por: Bianca Melo Ballast
Psicóloga Clínica
Terapeuta familiar e individual
Twitter: @binathali
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