La disciplina Infantil empieza desde que un niño tiene la capacidad de entender, es decir desde que nace.
El amor necesita disciplina. Debemos disciplinar pero no castigar. El castigo le dice al hijo que se le rechaza por considerarlo malo o socialmente inadaptado. Pero la disciplina infantil le dice al hijo, que es amado por sus padres y que éstos hacen un esfuerzo por formarlo debidamente.
El castigo va contra el muchacho, mientras que la disciplina infantil va contra la acción. El castigo es motivado por la venganza; la disciplina tiene como meta la corrección y la enseñanza. El castigo mayormente es fruto del coraje y la ira del momento; la disciplina infantil es fruto del amor.
El castigo es extremo y brutal; la disciplina es equilibrada y limitada. El castigo es injusto e inesperado. La disciplina infantil es justa y esperada. El castigo es degradante y desmoralizador.
La disciplina infantil sustenta la dignidad y fortalece la autoestima. El castigo crea terror y daño emocional; la disciplina infantil conduce a un sano respeto por la autoridad. El castigo puede aplicarse arbitrariamente; la disciplina siempre se razona.
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¨Vivimos en una época de extremismos. Con mucha frecuencia caemos en los extremos del castigo destructivo que marca para siempre al hijo, o nos vamos al extremo permisivo donde la criatura se cría sin ninguna regla y permitiéndole ser amo y señor de la casa.
Pero sin duda alguna existe el lugar intermedio donde hay balance y una crianza sana y robusta. Creo que ese punto medio es el amor. Tenemos que amar entrañable e incondicionalmente a nuestros hijos, pero igual debemos disciplinarlos, justo porque les amamos. Para amarlos debemos respetarlos, y no destruir su autoestima.¨
Por esto, es importantísimo que ustedes, padres, expresen amor, dedicación y entrega incondicional a sus hijos. Pero, para esto, es imprescindible que ustedes se amen a sí mismos y dediquen tiempo a sí mismos. Mímense, quiéranse y cuídense porque esta es la única manera en que podrán amar a sus hijos.
Según Pablo Mnez. Vila, existen tres maneras en que se demuestra el amor: las actitudes, las palabras de amor y las decisiones certeras que ayuden al bienestar del niño o niña.
El que ama confía, pero confiar no significa hacerse de la vista gorda, consentir, ceder; significa creer en la persona a pesar de que los hechos estén en su contra. Implica ser paciente, saber esperar. Contrario a la confianza esta descargar sobre nuestros hijos nuestro coraje e impaciencia y echar en cara sus torpezas, fallas y malas acciones, sin transmitirles la seguridad que tenemos de que pueden cambiar. Nunca deben decir «eres malo» sino «lo que hiciste» es una acción mala.
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