La alimentación durante y después de cuando el niño está enfermo
Aunque muchas de las enfermedades infantiles comunes son difíciles tanto para los niños como para los padres, las que afectan al apetito son especialmente duras. Hay dos tipos de enfermedades no crónicas que pueden afectar el apetito del niño: las relacionadas con el oído, la nariz y la garganta y las que afectan al intestino. Me refiero específicamente a las infecciones del aparato respiratorio superior y la diarrea, muy habituales en niños pequeños.
Cuando el niño está enfermo, tienen diarrea y/o vómitos, los bebés y los niños en general pueden deshidratarse rápidamente, así que hay que contactar con el pediatra de inmediato. Normalmente tu pediatra le prescribirá una solución salina para recuperar los niveles de sodio y potasio perdidos a través del vómito y las deposiciones.
No hagas tu propio diagnóstico ni automediques al niño, y no le des bebidas isotónicas, puede que no sea el tratamiento adecuado.
Las náuseas van a menudo acompañadas de dolor de estómago y puede ser que tu pequeño no quiera comer por temor a vomitar o empeorar. Déjale que pique tostadas o cereales en la cantidad que desee. También pueden sentarle bien el puré de arroz hervido y pequeños sorbos de agua.
Los niños lactantes normalmente seguirán lactando aunque en menor cantidad y es posible que las tomas más cortas reduzcan tu producción de leche ligeramente, durante 24 horas. Puedes darle zumos diluidos de uva y manzana. Dale líquidos pero no te alarmes si tu hijo no quiere comer durante 24 horas.
Cuando el niño pueda dar pequeños bocados, empezará pronto a pedir más comida. Tras una enfermedad intestinal, son mejores muchas comidas al día en pequeñas cantidades que pocas y abundantes.
Antes de volver a darle las comidas habituales, dale pequeños aperitivos de 6 a 8 veces al día, durante un día o dos. Si tu hijo se sigue mostrando desganado, sin querer comer ni beber, llama al pediatra.
Las infecciones de oído, nariz y garganta quizás no te inquietarán tanto pero normalmente también interrumpen las rutinas alimenticias. La respiración es una de las principales funciones vitales, por lo que un niño con la nariz tapada no querrá comer si sólo puede respirar por la boca.
Pide a tu pediatra que te dé gotas salinas para ayudarle a despejar la nariz de mucosas. Evita darle alimentos que incrementan la secreción mucosa como los productos lácteos y el chocolate. A tu hijo le gustarán el caldo de pollo desgrasado, los zumos y las gelatinas y además constituirán un buen aporte de fluidos para el pequeño hasta que se recupere.
Si el niño tiene una infección de oído o garganta, masticar y tragar puede resultarle doloroso. Dependiendo de la severidad de la infección, los alimentos fríos como el helado, el yogur y el pudín (si el niño no está congestionado), la gelatina y alimentos suaves como las papillas, los huevos y los fideos pueden ser tolerables.
La diarrea y los antibióticos suelen alterar la flora intestinal, así que es normal que algunos niños tengan dificultad para digerir la leche después de la enfermedad. El niño puede presentar sensibilidad a la lactosa durante un corto periodo de tiempo, esto es normal hasta que el intestino restablece los enzimas de lactasa, que son los encargados de descomponer la lactosa en azúcares más simples.
Los síntomas habituales comprenden dolor de estómago y ocasionalmente diarrea. Existen preparados comerciales de leche para bebés que no contienen lactosa, y gotas de lactasa que añadidas a la leche, actúan frente a los azúcares de ésta.
Consulta siempre a tu pediatra antes de darle cualquier preparado no farmacéutico a tu bebé. Si tu médico le prescribe antibióticos, infórmate sobre cualquier alimento que pueda interferir o deba evitarse al tomar la medicación. El farmacéutico también te informará de la interacción entre los alimentos y los medicamentos.
Por último, muchos niños perderán peso durante una infección pero deberían ganarlo al poco tiempo. Si el apetito de tu hijo no mejora una semana después de curada la infección, díselo al pediatra. Puedes ayudar a prevenir los catarros y las infecciones de tu hijo dándole fruta fresca y verdura de manera habitual, estos alimentos son una fuente de vitaminas, enzimas y antioxidantes frente a las infecciones. Asegúrate de que descansa lo suficiente e incúlcale hábitos de higiene como lavarse las manos con agua y jabón antes de comer, después de jugar, etc.
Este artículo fue extraído del Centro de Asesoramiento Para Padres de Fisher Price. Para más información visita su página Web fisher-price.com
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