Sus primeros pasos, el primer día de clases, soltarles el asiento de su bicicleta de aprendiz. Tenemos que admitir nuestro deseo incontrolable de mantener a nuestros hijos seguros. Lo contrario sería aterrador. Las dudas nos gritan ¿y si se cae? ¡Es muy joven para esto! Preferiríamos que se quedaran pequeños para así poder cuidarlos por el resto de sus vidas. Sin embargo, es necesario aceptar que hoy en día nacen con una actitud muy diferente, son independientes.
Nos hacen hablar de cómo nuestros padres nos criaban a nosotros, demostrando así, nuestra impotencia en el presente. El equilibrio está más en ellos mismos que en nosotros, ya que están dispuestos a correr los riesgos que a nosotros nos generan ansiedad y debemos estar pendientes para levantarlos, si caen.
Su inocencia es imitable, aunque se le tenga que enseñar.
Están creciendo y cada elección en conjunto afirma su carácter. El modelo de Padres tiene competencias, llamando la atención de esa inocencia. No somos caricaturas, ni cantamos música de moda, no tenemos miles de fans, tampoco hacemos reír a todos con chistes deshonestos, ni mucho menos.
Es un hecho, no podemos competir. Aún así, creo que si bajamos al maestro de la cruz y dejamos que la tumba vacía testifique de su victoria, podremos ver a nuestros pequeños correr hacia quien nos lleva una eternidad, el mejor modelo a seguir, Jesucristo.
Si no cambiamos y nos volvemos como niños, no gozaremos de la tranquilidad que nuestro Padre Celestial nos ofrece (Mateo 18.1-4).
Como El mismo dijo:
“Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mateo 19.13,14
Su palabra nos prepara para instruir al niño en su camino y aún cuando sea mayor no lo abandone (Proverbios 22).
Hagamos lo imposible hoy. Unámonos como niños, a nuestros hijos, para buscar de nuestro
Padre Celestial y administrar bien estas palabras eternas.
Por: Eduard De los Santos
Músico Cristiano
dlseduard@gmail.com