Enseñando la felicidad
Estoy segura que todos los padres queremos la felicidad para nuestros hijos, ¿cierto? Pero si nosotros mismos miráramos atrás, ¿qué tan felices eran nuestros padres y qué tan felices somos nosotros hoy? ¿Cómo podemos enseñar algo que no sabemos? Algo que por generaciones hemos aprendido de modelos que quizás practican una felicidad basada en elementos externos y temporales por los cuales, en vez de ser felices, lo que apenas logramos son momentos de felicidad escasos -y a veces caros.
Entonces, surge la pregunta, ¿y cómo enseño la felicidad?, ¿cómo la puedo aprender para mí? Lo primero sería encontrar una buena definición para esa tan deseada felicidad, ¿no?
A veces la felicidad se confunde con alegría o con optimismo. Pero en realidad para estar felices, deben darse una suma de emociones, como, gratitud, satisfacción, amor, agradecimiento, perdón, bondad, empatía, fe y confianza. Cuando estas emociones están presentes en la vida de un niño, se da una infancia dichosa y feliz.
Pero si el niño, en su entorno lo que en realidad ve y convive es con la depresión, la frustración, la ira, el hastío, la crítica, la intolerancia, será muy difícil lograrlo. ¿Pero porque están nuestros hijos sometidos a esto y no a ese entorno cargado de felicidad que deseamos para ellos? Pues porque llegamos a casa muy cansados, estresados y frustrados de estar en la calle tratando de lograr la “prosperidad” para que nuestra familia sea “feliz”. Entonces, algo está mal en la fórmula… ¿no?
Aquí mis tips:
¿Quieres que tus hijos sean felices? Da el ejemplo tú. Comprométete a sacar unas horas de la semana para hacer algo que disfrutes y gózalo. No hay nada que alegre más a un niño que ver a sus padres contentos.
Pídeles a tus hijos que se esfuercen, pero no les exijas la perfección. ¿Tiene sentido hacer las cosas bien solo por evitar el castigo?, ¿que un niño llega a mentir, sufrir o atormentarse por miedo a admitir que hizo algo por debajo de lo esperado? El perfeccionismo al final produce un adulto severamente crítico consigo mismo, con los demás. Alguien que nunca encontrará que lo hizo bien. Estoy segura que eso no es lo que quiere, ¿cierto? Entonces cambiemos el método.
Enséñalos a ser agradecidos y a perdonar. El agradecimiento los mantiene con los pies sobre la tierra y evitas que crean que lo merecen todo. Y el perdón libera y les permite ir hacia un futuro sin cargar emocionales, que nosotros mismos como adultos, llevamos aún por muuuuchos años.
Enséñales a ser emocionalmente inteligentes. Esta debería ser una asignatura en las escuelas, puesto que no importa el éxito en las notas, está demostrado estadísticamente como la carencia de inteligencia emocional te puede cerrar puertas a nivel profesional y personal.
Edúcalos en la autodisciplina. El sistema de castigo y recompensa nos funciona, pero termina volviéndose contra nosotros y dándoles un mal mensaje. Siendo firme y manteniendo tu autoridad, ellos deben aprender a hacer lo correcto y a ser responsables.
Vive el presente. Estamos esperando que algo ocurra para comenzar a ser felices, a sentirnos en paz, a sentir amor, bienestar…. Pero, ¿qué pasa si eso nunca ocurre? Nos negamos a vivir el hoy, en la medida de lo que hoy puedo disfrutar.
Y tú entorno, ¿cómo está colaborando?, ¿en medio de qué o de quiénes están creciendo tus hijos y a qué están expuestos, o qué están aprendiendo?, ¿a qué están jugando?, ¿está bien dejarlos jugar tanto tiempo en el videojuego porque así yo puedo descansar?, ¿qué precio tendré que pagar mañana por lo que no quiero ver hoy? Nuestros hijos no pueden hoy hacer lo que yo hacía cuando niña si yo no estoy para enseñárselo. ¡Qué maravillosa oportunidad me pierdo de con poca inversión!: ser yo y enseñarlos a ser felices.
Por: Kirssy Lorenzo
Coach / www.kirssylorenzo.com