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Las críticas están muy arraigadas en la sociedad. Hasta tenemos las famosas críticas constructivas, los críticos de arte, de cine, literarios… Hay muchos tipos de críticas, pero la realidad es que nadie se siente bien con las críticas. En mi opinión ya la palabra “crítica” pone negativo.

Vamos a iniciar con aquella que supuestamente es positiva, la “constructiva”. Intentamos hacer cambiar a alguien, o sea, queremos que se adapte a lo que nosotros pensamos que es “correcto”. O sea, nosotros tenemos la razón y ellos no. O sea, nosotros estamos bien y ellos mal. ¿Puede sentirse bien una persona que le digan, “tu estás mal en tu pensamiento o actuación”? Pienso que no.

Lo peor de la “crítica constructiva” es que en la gran mayoría de las ocasiones que es usada es una simple pantalla. La realidad es que pensamos en una crítica y la dibujamos para exponerla a la persona. Cuando decimos lo mismo a espaldas de ella, no la adornamos. O sea, una crítica intenta modificar a alguien al gusto del que la practica.

El libre albedrío es esencial en la vida humana y la sociedad no debe tratar de robárnoslo. Para los creyentes es muy importante desde la creación. ¿Por qué tanta gente trata de quitarle a los demás su libre albedrío?

No quiero decir que andemos sin reglas. Una sociedad debe tener reglas para que pueda funcionar como tal. Pero cada uno debe decidir sobre sus actos para hacerse responsable de las consecuencias. Seguir sólo los cánones de los demás da la oportunidad de hacerse víctima de las decisiones.

Yo prefiero la “observación” ante la “crítica constructiva”. Cuando pienso que alguien puede hacer algo diferente, lo que a mí me parece sería una mejoría, simplemente lo expreso desde mi punto de vista. Muchas personas me preguntan qué deberían hacer en una situación. No me gusta decirles: Haz esto o lo otro. Simplemente le digo lo que yo haría. Cada uno debe decidir si eso le conviene o no. Cada cual debe tomar su propia decisión para crear su camino individual.

En conclusión, la “crítica constructiva” no es más que una forma política de decirle a los demás que hagan algo de la forma que nosotros pensamos que está bien. Cada uno tiene una opinión de lo que es bien y mal y eso lleva a una gran confusión al que no aprende a tomar decisiones. Equivocarse es más que de humanos, equivocarse es de humanos que intentan algo.

Pasemos a la segunda, la crítica pura y llana. ¿Hay que decir algo sobre ella? Me parece que todos sabemos que es destructiva. Destruye reputaciones, autoestima, familias, parejas, jóvenes, profesionales… y peor, la mayoría está basada en juicios de valores. Muchas no pasan de ser chismes y tienen una intención marcada de destruir. ¿Cree que a los demás les gusta estar cerca de una persona destructiva?

La conclusión es simple. El que critica dice mucho más de él que de los demás. Maltrata su reputación y crea un aura de terror. Todos lo tratan con pinzas y tienen miedo a caer en sus fauces. La confianza real con esa persona no existe. Se rodea de personas parecidas y los amigos reales son muy pocos, si es que realmente los tiene. Criticar destruye más a uno que al que criticamos.

Por: Diego A. Sosa Escritor, Coach, Consultor y Conferencista dominicano