Hacer una buena salsa de tomate no es cualquier cosa. De su sabor y textura puede depender el éxito del plato al que acompañe. ¿Cuántas veces nuestros hijos nos han rechazado alguna pasta por que han encontrado trocitos o semillitas de tomate en la salsa?
La salsa de tomate ideal depende de la calidad del tomate, de los ingredientes que utilicemos y su proporción, del tiempo de cocción, del batido y colado, y del plato al que vaya a acompañar. Si vamos a elaborar un plato agridulce, es preferible añadir un poco de cebolla o incluso manzana a la salsa, para endulzarla. Al contrario, si la salsa va dirigida a un guiso tradicional bastará con añadir una pizca de azúcar y un poquito de cebolla o puerro para no eliminar en su totalidad el punto ácido del tomate.
Los pasos para hacer la salsa de tomate son:
1. Rehogamos las verduras que vayamos a añadir (aparte del tomate) hasta que estén bien mojadas y transparentes.
2. Añadir el tomate, que según va cociéndose irá perdiendo agua. Lo ideal es escoger tomates rojos y maduros, pero firmes y brillantes. Si lo vamos a colar a conciencia, lo ideal es echar el tomate con piel y pepitas, ya que aportan vitaminas y sabor.
3. Cuando esté espeso el guiso, pasamos por la batidora, pero si queremos conservar el color rojo vivo es mejor evitar la batidora pues al recibir aire durante el batido pierde color por la oxidación que produce.
4. Colamos la salsa por un tamiz muy fino.
5. Ponemos la salsa de nuevo a hervir.
6. Rematamos el sabor final de la salsa rectificándola de sal o azúcar. Así mismo si le viene bien al plato podemos añadir otras especias o hierbas como la albahaca, si hemos cocinado pasta; laurel o estragón, si es un pescado blanco; orégano, si es para pizza; tomillo o romero, si es para carnes.