En la ciudad de Hanoi hubo una gran plaga de ratas. El gobierno intentó de varias formas exterminarlas y no conseguía su propósito. Alguien tuvo la idea de incentivar a toda la población para terminar con la plaga. Crearon una ley, se comenzó a pagar por cada rata muerta que se entregara.
La medida surtió una motivación extraordinaria y la población comenzó a llevar ratas a las autoridades. Decenas de miles de ratas eran pagadas cada día y parecía que los habitantes de Hanoi pronto serían liberados de la plaga. Lamentablemente, las ratas seguían siendo las dueñas de la ciudad.
La medida había motivado, pero la solución no había llegado. ¡¿Qué había pasado?! Tristemente la creatividad voló más alto que el objetivo de la iniciativa. Los habitantes de Hanoi buscaron la forma de ganar más dinero con la entrega de ratas al gobierno… ¿Ya se imagina cuál fue la solución que habían encontrado? Sí, armaron criaderos de ratas. Ni siquiera se tenían que molestar en cazarlas, simplemente las sacaban de las jaulas y las vendían a la municipalidad.
Recordemos que si hay una recompensa como motivación, hemos declarado que los objetivos del que pone la recompensa son diferentes que los objetivos del que la recibe. El que la recibe tendrá siempre como objetivo la recompensa.
Por ejemplo: Un banco le pide a sus empleados que coloquen préstamos, por cada adquisición recibirá una motivación monetaria. El empleado tiene un objetivo y el banco tiene otro. La empresa quiere una gran cantidad de préstamos, ¿y el empleado? Exacto, mucho dinero en su cuenta de ingresos. ¿Se tendrá que preocupar el empleado por la sanidad de su cartera? Para eso tendría que tener otra variable en su carta de motivación.
Existen directores de empresas que ganan 700 millones de dólares al año. ¿Si ganaran 500 estarían desmotivados? Créame que sí, quizá no logre los objetivos que le pongan si no le pagaran esa suma y, lo más seguro, cambiarían a un empleo donde pagaran más. ¿Hasta dónde llega la ambición? Aún no se sabe.
Hay que tener mucho cuidado al querer motivar con dinero. He visto empresas que definen el crecimiento como objetivo, motivan a todos sus empleados para lograr los números planteados… luego pagan con sangre un crecimiento sin una rentabilidad sana.
¿Y en la familia? Muchas veces ofrecemos recompensas para que nuestros hijos realicen actividades. Sacar la basura, arreglar su cuarto, sacar buenas notas, etc. ¿Qué queremos en realidad? Muchas veces sólo podemos ver la acción inmediata. Sin embargo, la realidad es que queremos criarlos. Queremos enseñarles costumbres y hábitos que van más allá de la simple actividad de dejar su cuarto ordenado. ¿Qué tienen que hacer ellos para recibir una recompensa? Claro, recoger su habitación.
Si nuestros hijos fueran habitantes de Hanoi dejaran cada día su habitación desordenada… me imagino que no le tengo que aclarar para qué. Sí, para que haya una recompensa. O sea, no estaríamos logrando inculcar un excelente y productivo hábito, y sí una mentalidad (aunque creativa) totalmente interesada.
Pensemos en cuántas recompensas ofrecemos y en lo que en realidad logramos. Si queremos motivar con recompensas, éstas deben ir alineadas con el objetivo final que tenemos. En mi libro ¡Alcanza la Cumbre! explico en detalles la forma de motivar sin necesidad de recompensas.
Si quiere usar el sistema de recompensas, le diría que trate de alcanzar con ellas lo que en realidad usted quiere lograr.
Frase de la semana
“Hacer algo con una visión total es lo que ayuda a un logro integral.”
Diego A. Sosa
Coach, Consultor, Conferencista y Escritor