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El afán por regalos, luces y reuniones, son el adorno externo de la época. Navidad es nacimiento: ¿qué vas a permitir que nazca en tu interior y en el corazón de tu familia?, ¿un anhelo de compartir unidos detalles especiales con la gente que amamos, o un superficial deseo de consumir desde cosas materiales hasta comidas y bebidas que a la larga nos causan daño, en la salud y en el bolsillo?

Es tiempo de un alto, y comenzar a invertir en tu vida. ¿Cómo sabes dónde y con quién será más rentable esa inversión? Evalúa a tu alrededor y dentro de ti. Si tienes un vacío en tu corazón invierte en acercarte a Dios y no posponer más ese encuentro. Si notas que cada año conoces menos de lo que tus hijos son, es tiempo de invertir conectando con ellos y cambiarles el chip que iguala a la Navidad con lo material por el de relacionarla con compartir cariño con la familia.

Si te sientes ajeno(a) con tu compañero(a) de vida, donde todo empezó casándose con “separación de viernes” y ya vas por “separación de todo”, pues invierte en ella o en él, en renovar, reconstruir, restaurar esos “te amo”, aquellos “eres importante para mí”, redescubre las razones que les unieron. Si tus viejos están más viejos y lejos cada vez, recuerda que te dieron la vida, y algo más, quizás debes invertir en volver a ellos.

Te contaré algo de mí mismo. Después de una ausencia de más de 10 años con mi familia, en 2011 fuimos a visitar a mi padre que vivía en Brasil. Él y yo teníamos una relación pobre y con mis hermanas y mi madrasta era nula. Pero esa Navidad ocurrió un milagro: pudimos dejar atrás todo lo que pasó y que nos había separado, hubo reconciliación y perdón. El día que regresamos, mi madrasta nos dio su bendición como mamá en el aeropuerto. Un año y medio después, mi padre partió con el Señor, pero en paz y feliz de haber visto a su familia reunida y reconciliada esa Navidad. A mí me queda el gozo de haberlo honrado y la alegría de tener a mi familia de vuelta. No pierdas un minuto más, ¡depende de ti que realmente sea una feliz Navidad!

Por: Ricardo Cañas
Especialista en motivación

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