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Desde el nacimiento hasta los 2 años: Las experiencias infantiles impregnadas de afecto pasan a formar parte de la personalidad a través de la memoria, aprende a andar y a hablar y su mundo se expande.

Desde los 2 años: entran en su mundo las miradas ajenas, disfrutan al ser mirados con cariño. A partir de ahora cobra gran fuerza educativa la satisfacción ante el elogio o ante las muestras de aprobación de aquellos a quien él aprecia.

Hacia los 7-8 años nos convertimos en actores y jueces: reflexión y libertad. Y aparecen el orgullo y la vergüenza aunque no haya público.

Hacia los 10 años pueden integrar sentimientos opuestos. Empieza a darse cuenta de que los sentimientos deben controlarse.

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La felicidad es algo subjetivo, que tiene dos componentes, el afectivo, (la experiencia de experimentar emociones positivas), y el cognitivo, (sentirse satisfecho uno mismo con su propia vida). 

Sólo un 10% de la felicidad depende de las circunstancias externas, y aunque la capacidad para ser feliz es algo innato, está en nuestra mano incrementarla. Poseemos un increíble potencial de mejora de la dicha y el bienestar que depende exclusivamente de nuestros actos y pensamientos, y podemos trabajar con los niños para que aprendan a ser más felices desde pequeños.

Factores que influyen en la felicidad de mi hijo 

Exterior: es todo aquello que nos rodea y tiene que ver con las necesidades reales y ficticias de las personas, las compras, los caprichos, etc. También tiene que ver con el trabajo, la salud y el amor. 

Genética: hasta un 50% de nuestra predisposición a ser felices es heredada, depende de nuestros padres.
 
Uno mismo: otro 40% de la felicidad depende de nosotros mismos. Desde la infancia a la madurez podemos aprender a ser felices desarrollando una serie de aptitudes.

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