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Es usual que muchos niños, después de los dos años de edad, se entreguen a periodos de ayunos voluntarios, sin que su desarrollo o vitalidad parezca afectarse. Pueden ser muchas las causas para que esto ocurra, pero la reacción de los padres será generalmente la misma: ¡entrar en pánico y desesperación!

Puede tratarse de niños altamente selectivos; niños que tiene inapetencias por causas orgánicas o que son muy vigorosos y simplemente no comen porque no les interesa… les gusta jugar más. También la inapetencia puede ser una percepción errónea de los padres, porque el niño no come lo que ellos consideran que debe comer; sin embargo, sí come lo suficiente para crecer y tener un buen desarrollo.

No se debe forzar a los niños a comer. Si la falta de apetito no está afectando su desarrollo, ni obedece a un problema orgánico serio, más que preocuparse hay que ocuparse.

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Ofrecerles todos los grupos de alimentos desde pequeños es indispensable para que en el futuro sus gustos sean más variados y su tolerancia a estos garantice una digestión sin problemas.

Hay muchas claves que pueden mejorar la situación, pero es imprescindible dejar claro que la nutrición de los niños es un proceso que comienza con la vida misma y no radica en hechos aislados.

Dale riendas sueltas a las ideas


– Descarta que la inapetencia no es por una causa orgánica. El primer paso es establecer horarios y hábitos fijos de comida.

– No permita que su hijo desayune dos horas más tarde.Si lo hace no va a querer almorzar a la hora. Recuerde dejar siempre un espacio de ayuno suficiente entre comidas.

Evite que la hora de comer sea un momento aburrido.Si decora de manera llamativa los platos, seguro su hijo se entusiasmará más.

– El menú no debe depender solo de comidas rápidas ni de alimentos instantáneos.Por ello, prefiera fruta picada u otras ‘golosinas naturales’ para la lonchera.

– Planee horarios para el juego y el ejercicio diarios.Una vida sedentaria interfiere, entre otras cosas, en la eficacia del metabolismo.

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