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Olvídese del dicho popular que dice que “el mejor psicólogo es una correa ouna buena nalgada a tiempo”. Castigar o no castigar, no sólo es un acto de inteligencia emocional, sino también de justicia y de respeto a los derechos del niño y del adolescente, que aunque sea su hijo o su hija, merece que sus derechos les sean respetados.

 

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En mis conferencias dirigidas a padres y madres siempre trato de averiguar por qué y cómo castigan a sus hijos. En la mayoría de los casos constato que dichos castigos no guardan proporción con la “falta” cometida, son humillantes y lesivos, son impuestos de mal humor; son improvisados y generan sentimientos de culpa en quien los impone.

Los padres que castigan comienzan por manifestar una debilidad. No son capaces de lograr con otros métodos, lo que pretenden lograr con el castigo, que siempre, en mayor o menor grado, hiere a quien lo recibe, sobre todo si se impone frente a otros. No se trata de tener una indulgencia excesiva pero tampoco se trata de herir, sino de disciplinar y guiar con tacto, paciencia, inteligencia y amor. Y es posible lograrlo. Realmente es posible educar sin castigar, aunque usted no lo crea.

Y del castigo físico, ni hablar. El castigo físico siempre se considera una lesión grave a los sentimientos y a los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes. Lesiona la autoestima y lleva envuelto la semilla de la violencia. El castigo corporal se asocia con mayores posibilidades de sufrir trastornos de ansiedad, depresión, fobia social, trastornos de la personalidad y abuso del alcohol y de las drogas. Evite el castigo físico siempre.

La literatura psicoterapéutica sería considera que los hijos de padres estrictos, denominados “Harsh Parents”, tienen una alta posibilidad de presentar problemas conductuales y una marcada tendencia a tener comportamientos riesgosos. Pone de manifiesto también que los padres autoritarios son menos nutritivos para sus hijos; y esto tiene consecuencias lamentables en el desarrollo emocional de los niños.

Al evitar el castigo no se trata de educar a los niños, niñas y adolescentes crezcan sin límites. De lo que se trata es de establecer siempre una “Comunicaciónno Violenta”(CNV), para resolver asuntos que los padres, en el marco de sus deberes y sus derechos, consideran que no son correctos en términos de comportamientos públicos y privados o cuando han violado una norma impuesta por ellos.

Los padres siempre deben disciplinar, entendiendo que disciplinar significa: educar, guiar, orientar. Y deberán hacerlo de una manera sana, justa, inteligente y respetuosa. ¿Cómo saben los padres si su manera de disciplinar llena estos requisitos o si simplemente se convierte en un castigo innecesario? Preguntándose a sí mismos: ¿Me gustaría que me lo hicieran a mí? ¿Contribuye a que mi hijo/a desarrolle comportamientos correctos, adecuados y positivos? ¿Mejorará nuestra relación o la dañará? La disciplina debe ser positiva.

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La disciplina positiva tiene como propósito enseñar cualidades personales para toda la vida: responsabilidad, empatía, autocontrol y solución de conflictos, así como proteger a los hijos para que sepan elegir lo correcto cuando se trata de actos públicos o privados indeseados o riesgosos. Significa también, inculcarle valores para que sean personas responsables, honestas, respetuosas, sociables y felices.

A continuación les presento algunas recomendaciones para aprender a educar los hijos sin castigarlos.

 

1) Cálmese. Nunca discipline con ira. No pierda el control.

 

2) Escuche, converse. Esto le permitirá ser justo al elegir la medida disciplinaria.  Saber escuchar es la base de la buena comunicación con los hijos.

 

3) Explique sin sermonear. Después de que el niño o el adolescente ha expuesto su punto vista, exponga el suyo. Déjele saber por qué usted considera que su comportamiento es inadecuado, indebido o riesgoso. Dígale cómo mejorar.

4) Procure que el niño reflexione, sin aislarlo. Fomente la autocrítica frente al acto cometido, desarrolle nuevas actitudes y aliéntelo para que en lo adelante actúe con responsabilidad.

 

5) Procure disciplinar en pareja. Resulta más impactante y saludable si participan ambos padres. Y también más equilibrado.

6) Piénselo bien antes de castigar. Pero si usted es de la vieja escuela que cree en el castigo, evite que el mismo sea ofensivo, humillante o largo. ¡A minuto por año! Y

más. Si usted es de los padres que castiga frecuentemente, debe revisarse. Recuerde, que sí se puede educar sin castigar. ¡Inténtelo!

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